El tiempo acostumbra a ser relativo en el fútbol, fugaz en la victoria, eterno en la derrota, volcánico en el Barcelona, especialmente después de perder el clásico. “Lo peor de nuestro club no es el entorno, sino el intorno”, asegura un empleado azulgrana, en referencia a lo nociva en lo que se puede convertir internamente la entidad azulgrana en los tiempos de crisis. El conflicto, esta vez, no se gestó en el césped tras la remontada que llevó el sello de Bellingham, sino en la zona mixta. Fue cuando Ilkay Gündogan estalló: “Después de un partido tan importante y un resultado innecesario, me gustaría ver más enfado y decepción en el vestuario”. Una semana más tarde, Xavi Hernández intentó relativizar las palabras de uno de sus jugadores franquicia. “Estamos de acuerdo con él. Perdimos por errores nuestros, desconexión y concentración”, expuso el técnico en la previa del duelo frente a la Real Sociedad. Y fue eso, un intento.
Después de cada partido, Xavi espera a sus jugadores en la puerta del vestuario. No cambió el ritual tras la derrota ante el Madrid. Gündogan y Ter Stegen, sin embargo, aparecieron cuando el técnico ya había animado a la mayoría de sus muchachos. El portero se había demorado después de atender a las televisiones con derecho; el volante, por conversar con su colega Rüdiger. “Gundo no había visto la bronca que habían pegado Araujo y Gavi”, explica una fuente del vestuario. Y, aunque hubo quien interpretó que Gündogan se había irritado después de observar una conversación supuestamente distendida entre Cancelo y João Félix, uno de sus compañeros lo niega. “Él nos dijo que no iba por nadie en particular y le creemos”.
No fue, en cualquier caso, el único incendio. “Gündogan estaba muy decepcionado, pero se fue tres días a París con su mujer”, se quejó un directivo. “¿Cómo no iba a viajar al Balón de Oro si estaba nominado? Le habíamos dado a la plantilla dos días de fiesta”, replicaron desde el cuerpo técnico. En el Teatro del Châtelet continuaron las polémicas, siempre con el volante alemán en la picota. “Dijeron que se quiso borrar de la foto grupal del Barcelona y era mentira”, cuenta un miembro de la expedición azulgrana en la gala de la revista France Football. Según pudo averiguar EL PAÍS, Gündogan se retiró de la foto porque le habían pedido que posara solo para otra instantánea. “Fue una situación a la que solamente le dieron bombo los medios afines al Madrid. Lo de siempre. Nada raro”, señala un compañero de Gündogan, presente el lunes en la capital de Francia.
De París a Barcelona, el lío con Gündogan hizo escala en Mánchester: apareció el nombre de Pep Guardiola. “Hubo gente que dijo que Gündogan había dicho eso para señalar a Xavi, que como él venía de trabajar con Pep sabía lo que era la exigencia de verdad”, apuntan desde el cuerpo técnico. Pep, como Messi, siempre revolotea el Camp Nou, especialmente el técnico del City desde que Xavi tomó el mando del primer equipo. “Nunca he visto conformidad, no está en el ADN Barça. Estamos para la excelencia y para ganar. No hemos visto polémica por sus palabras… Él lo ha aclarado”, expuso Xavi. El miércoles por la mañana, los azulgrana se reencontraron en la Ciudad Deportiva. Gündogan charló primero con Xavi y después se dirigió al resto de sus compañeros. “Estoy feliz de estar aquí, pero soy muy competitivo y así es como entiendo la mentalidad ganadora. No he querido señalar a nadie”, expuso el alemán frente al grupo.
La mayoría de sus compañeros comprendió a Gündogan. También lo respaldan en el cuerpo técnico. “Es un buen chaval, un profesional excelente y un jugador que potencia el vestuario”, subrayan en el staff azulgrana. Sin embargo, entienden que el experimentado alemán (33 años) pecó de novato en el entorno-intorno del Barcelona. “Esto en Mánchester lo había hecho mil veces y nunca había pasado nunca nada. Lo mismo en el Dortmund. Aquí es todo diferente”, rematan las mismas fuentes. Bautismo tóxico, semana eterna para el alemán en Barcelona. Vida nueva para Gündogan. Nada nuevo en el Barça.
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